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¿Trabajas en una oficina? Estos son los riesgos laborales que debes conocer

Cuando hablamos de riesgo laboral, solemos asociarlo a entornos industriales, fábricas o actividades que implican maquinaria pesada, alturas o productos peligrosos. Sin embargo, esta percepción puede llevarnos a subestimar los peligros que también existen en espacios aparentemente seguros, como las oficinas. La realidad es que cualquier entorno de trabajo puede generar condiciones que afecten negativamente a la salud física o mental de los empleados, y el ámbito administrativo no es una excepción.

Por eso, conocer los peligros más comunes a los que se enfrenta cualquier persona que trabaja frente a un ordenador, en un despacho o en un entorno administrativo, es el primer paso para evitar accidentes y cuidar la salud laboral de forma integral.

¿Qué se considera un riesgo laboral?

Un riesgo laboral es cualquier condición, situación o práctica dentro del entorno de trabajo que pueda provocar un accidente, lesión o deterioro en la salud física o mental del trabajador. Esto abarca desde peligros evidentes, como una caída, hasta efectos menos visibles pero igual de dañinos, como el estrés crónico o las malas posturas mantenidas en el tiempo

Aunque comúnmente asociamos los riesgos laborales con sectores como la construcción, la industria o el transporte, lo cierto es que los entornos administrativos también presentan numerosos factores de riesgo que no deben subestimarse.

Trabajar en una oficina no significa estar exento de peligros. De hecho, las estadísticas lo demuestran: cada año se notifican miles de incidentes relacionados con actividades de oficina, desde tropiezos y golpes hasta problemas musculares o psicológicos derivados de largas jornadas frente al ordenador, falta de pausas activas o presión laboral.

Estos datos nos recuerdan que la seguridad laboral debe abordarse de forma integral, adaptada a cada contexto y tipo de puesto. En oficinas, donde los peligros no siempre son evidentes, la prevención comienza por visibilizarlos y asumir que una buena ergonomía, un ambiente saludable y una adecuada gestión del estrés son tan importantes como evitar accidentes físicos. Solo así podremos garantizar el bienestar real de quienes trabajan en estos espacios.



Principales tipos de riesgo laboral en un entorno de oficina

Dolencias musculoesqueléticas, estrés prolongado, caídas accidentales, sobrecarga visual o incluso descargas eléctricas son algunos de los problemas que pueden surgir en el día a día de quienes trabajan sentados frente a un ordenador. De hecho, aunque las oficinas suelen considerarse entornos de trabajo “seguros”, esta percepción puede llevar a una falsa sensación de protección.

Estos riesgos, a menudo minimizados, tienen un impacto real en la salud de los trabajadores y en la productividad de las empresas. A continuación, repasamos los más frecuentes y subestimados:

1. Accidentes “invisibles” en el desplazamiento

Aunque no ocurren dentro del lugar de trabajo, los accidentes in itinere —es decir, los que se producen durante el trayecto entre el domicilio del trabajador y su puesto de trabajo— son reconocidos legalmente como accidentes laborales. Estos siniestros pueden incluir atropellos, colisiones en coche, caídas en la vía pública o incluso incidentes al usar transporte público. Su frecuencia es mayor de lo que se cree, y muchas veces están relacionados con el estrés, las prisas o el mal estado de las infraestructuras urbanas.

La prevención de estos accidentes no depende únicamente del trabajador. Las empresas pueden contribuir activamente fomentando políticas de flexibilidad horaria, promoviendo medios de transporte seguros o compartidos, y ofreciendo formación sobre seguridad vial. Incluso en puestos de oficina, la responsabilidad empresarial debe extenderse más allá del edificio físico para proteger a su equipo en todos los tramos del día laboral.

2. Caídas y tropiezos dentro de la oficina

Las caídas son uno de los accidentes más habituales en oficinas, y muchas veces se deben a factores fácilmente evitables: suelos resbaladizos, alfombras mal colocadas, cables sueltos o iluminación deficiente. También pueden ocurrir al subir escaleras sin barandilla o al intentar alcanzar objetos en altura sin utilizar el equipo adecuado. Estos accidentes pueden parecer menores, pero pueden causar esguinces, fracturas o lesiones de larga duración.

Prevenir caídas exige una vigilancia constante del entorno físico. Las empresas deben asegurarse de mantener los pasillos despejados, revisar periódicamente las condiciones del suelo, evitar obstáculos innecesarios y proporcionar formación sobre buenas prácticas, como no usar sillas para alcanzar estanterías. El orden y la limpieza en los espacios compartidos también son fundamentales: un entorno organizado es, ante todo, un entorno más seguro.

3. Golpes con mobiliario u objetos mal ubicados

Los golpes contra muebles, cajones mal cerrados, puertas giratorias, archivadores abiertos o elementos fuera de lugar son causas frecuentes de lesiones leves pero molestas, como hematomas, cortes o incluso contusiones más serias. Aunque pueden parecer accidentes menores, también generan ausencias laborales, molestias persistentes y en algunos casos pueden derivar en reclamaciones por negligencia en la disposición del mobiliario.

Para evitarlos, es esencial diseñar el espacio de trabajo de forma funcional y con criterio de seguridad. Las zonas de paso deben estar libres de obstáculos, los muebles deben tener esquinas redondeadas si es posible, y todo el material de oficina debe tener un lugar asignado. Instruir a los empleados sobre la importancia de mantener su puesto ordenado y reportar elementos fuera de lugar puede reducir significativamente este tipo de incidentes.

4. Riesgo eléctrico y uso de dispositivos

En oficinas modernas, el número de equipos conectados a la red eléctrica es elevado: ordenadores, pantallas, impresoras, cargadores, regletas, routers, lámparas… Todo este ecosistema electrónico representa un riesgo si no se mantiene en condiciones adecuadas. Los contactos eléctricos, cortocircuitos o sobrecargas pueden provocar desde pequeñas quemaduras hasta incendios, poniendo en peligro a todos los ocupantes de la oficina.

Para mitigar estos riesgos, es imprescindible revisar periódicamente las instalaciones eléctricas, no sobrecargar enchufes, utilizar equipos homologados y evitar el uso de extensiones en mal estado. También es fundamental formar al personal sobre el uso seguro de los dispositivos eléctricos y establecer protocolos claros de actuación ante cualquier chispa, ruido extraño o sobrecalentamiento. La prevención también pasa por saber cuándo y a quién reportar posibles anomalías.

5. Carga postural y fatiga física

Aunque el trabajo de oficina se percibe como físicamente menos exigente, pasar ocho horas o más frente a una pantalla puede generar serias consecuencias para el cuerpo si no se mantienen posturas adecuadas. La carga postural prolongada, especialmente cuando se trabaja con una silla inadecuada, un escritorio mal adaptado o una pantalla a una altura incorrecta, puede derivar en contracturas, dolores musculares, lesiones de espalda, cervicalgias o incluso en problemas más graves como hernias discales o lesiones crónicas en las muñecas y hombros.

Para prevenir esta clase de fatiga física, es esencial adaptar el mobiliario a criterios ergonómicos y promover pausas activas a lo largo de la jornada. El trabajador debe poder ajustar la altura de la silla, contar con un reposapiés si es necesario, tener el monitor a la altura de los ojos y disponer de espacio suficiente para colocar los brazos en una posición natural. Pero más allá de la disposición del puesto, también es importante fomentar hábitos saludables como levantarse cada hora, estirar, caminar unos minutos o realizar ejercicios sencillos que ayuden a liberar tensión acumulada. Crear esta conciencia ergonómica contribuye de forma directa a la salud laboral y al bienestar general.


6. Fatiga mental y estrés

Uno de los riesgos más silenciosos en oficinas es la fatiga, tanto física como mental. Pasar largas horas frente al ordenador sin pausas adecuadas puede generar molestias musculares, sobre todo en cuello, espalda y muñecas. Una mala postura prolongada, junto con una silla inadecuada o una pantalla mal colocada, favorece la aparición de lesiones músculo-esqueléticas que, con el tiempo, pueden convertirse en crónicas.

A nivel psicológico, la sobrecarga de tareas, la presión por resultados, la conectividad constante y la falta de desconexión generan lo que se conoce como fatiga mental o síndrome del trabajador quemado (burnout). Esta situación no solo afecta la salud del trabajador, sino también su productividad, su creatividad y el clima laboral general. Las empresas deben fomentar pausas activas, facilitar mobiliario ergonómico y cuidar la carga de trabajo para prevenir este tipo de desgaste invisible pero profundamente dañino.



La buena noticia es que la mayoría de estos incidentes se pueden prevenir con formación, adecuación del espacio de trabajo, hábitos saludables y una buena gestión preventiva. Conocerlos es el primer paso para abordarlos de forma efectiva y construir entornos verdaderamente seguros y saludables, incluso entre cuatro paredes.

Prevención y cultura de seguridad: la base de una empresa saludable

Prevenir no es solo cumplir la ley: es crear cultura. Promover la seguridad laboral no debe verse únicamente como una obligación legal o un trámite administrativo. Las empresas que realmente apuestan por el bienestar de sus trabajadores entienden que la prevención va mucho más allá de evitar accidentes puntuales: se trata de construir una cultura organizacional donde la salud —física, mental y emocional— sea un valor compartido y transversal a todos los niveles.

Una empresa verdaderamente saludable es aquella que integra la prevención en su día a día, que escucha a sus equipos, adapta los entornos de trabajo a sus necesidades reales y fomenta hábitos sostenibles en el tiempo. Esto incluye desde garantizar una buena ergonomía en los puestos de oficina, hasta ofrecer recursos para manejar el estrés, incentivar pausas activas, promover una comunicación transparente y fomentar el equilibrio entre la vida laboral y personal.

¿Por dónde empezar?

  • Incluyendo información clara sobre riesgos en el manual de bienvenida.

  • Integrando la prevención en el plan de comunicación interna.

  • Organizando formaciones, talleres o simulacros para equipos.

  • Escuchando activamente las necesidades y sugerencias de los trabajadores.

Hoy, muchas empresas ya han comenzado su camino hacia entornos más sanos, seguros y productivos. Y ese cambio es contagioso: mejora el ambiente, reduce el absentismo y potencia la motivación de las personas.

En definitiva, no se trata solo de evitar lo negativo, sino de potenciar lo positivo: trabajadores motivados, comprometidos, que se sienten cuidados y respetados. Y esto no solo impacta en la salud individual, sino también en los resultados colectivos, ya que un entorno seguro y saludable favorece la productividad, reduce el absentismo y mejora el clima laboral. La prevención, entendida como cultura, es una inversión en el corazón humano de la empresa.



Recomendaciones finales

  • Para lograr una prevención eficaz en entornos de oficina, es fundamental realizar evaluaciones periódicas de los riesgos específicos de cada puesto de trabajo. No todos los empleados enfrentan los mismos peligros, por lo que identificar las particularidades del entorno permite anticiparse a posibles accidentes o dolencias relacionadas con la actividad diaria. Además, es imprescindible adaptar los espacios laborales siguiendo criterios ergonómicos, invirtiendo en mobiliario adecuado, sillas regulables, pantallas bien posicionadas y una iluminación correcta, factores clave para evitar lesiones musculares, fatiga visual y problemas posturales.

  • Fomentar pausas activas y el movimiento regular durante la jornada es otra práctica esencial. Animar a los trabajadores a levantarse, estirarse o caminar brevemente cada hora no solo contribuye a mejorar la salud física, sino que también potencia el rendimiento mental y la concentración. De igual importancia es promover el bienestar emocional, diseñando jornadas equilibradas que eviten la sobrecarga de tareas y ofreciendo recursos para gestionar el estrés, porque cuidar la salud mental es parte integral de una cultura preventiva sólida.

  • La formación continua y práctica resulta imprescindible para que los empleados conozcan en profundidad los riesgos asociados a su trabajo y las mejores formas de prevenirlos. Las sesiones formativas deben ser dinámicas y adaptadas a cada perfil para lograr un impacto real. Además, integrar la prevención en la comunicación interna a través de newsletters, reuniones o paneles informativos ayuda a mantener el tema presente en el día a día, reforzando su relevancia para toda la organización.

  • Finalmente, escuchar activamente a los trabajadores y fomentar su participación a través de canales donde puedan reportar riesgos, sugerencias o malestares es clave para que la prevención sea efectiva y se adapte a las necesidades reales del equipo. En conjunto, estas acciones no solo permiten cumplir con la normativa vigente en materia de prevención de riesgos laborales, sino que contribuyen a construir un entorno más saludable, productivo y humano. Cuidar a las personas dentro de la empresa es, sin duda, cuidar su futuro.

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Conclusiones

Los riesgos laborales en entornos de oficina, aunque menos visibles que en otros sectores, son reales y pueden afectar seriamente la salud física y mental de los trabajadores. Reconocer estos peligros es el primer paso para implementar medidas de prevención eficaces que protejan a los equipos y fomenten un ambiente seguro y saludable.

La prevención no debe entenderse solo como una obligación legal, sino como una cultura empresarial que prioriza el bienestar integral de sus empleados. Desde una correcta ergonomía y pausas activas hasta la gestión del estrés y la comunicación constante, todas las acciones cuentan para reducir accidentes y mejorar la calidad de vida laboral.

Las empresas que apuestan por un entorno de trabajo saludable no solo cumplen con la normativa, sino que también ganan en productividad, compromiso y satisfacción de sus trabajadores. Así, invertir en seguridad y salud laboral es una inversión en el futuro, que beneficia a todas las partes involucradas.

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